Yo no moriría nunca por mis creencias porque puedo estar equivocado

- Bertrand Russell

viernes, 28 de octubre de 2011

Creacionismo contra Evolución. O cómo se ataca un gigante con las armas de la ignorancia y argumentos malos, malísimos. Parte II

A veces los creacionistas y anti-evolucionistas de toda estirpe y confesión, han encontrado gente racional entre la feligresía que les escucha. Personas que no se conforman con el simplista “¿y porqué todavía hay monos?” y exigen explicaciones que jueguen en la misma liga que la ciencia lo hace. Así, hemos visto aparecer ese tipo de “argumentos” que suenan a ciencia, utilizan palabras prestadas de la ciencia, huelen a ciencia …. pero no son ciencia. Uno a uno fallan miserablemente ante la solidez de la Evolución de las Especies. Fallan y vuelven a fallar, y anticipo que seguirán fallando mientras sigan colocando la carreta delante de los bueyes, mientras partan de una conclusión sagrada que no puede ser contestada y se lancen a la pepena o recolección de los hechos que aparentemente apoyan esa conclusión, ignorando  aquellos que la contradicen. Así no trabaja la ciencia, en ella lo primero que necesitas hacer es limpiar la mesa de preconceptos y prejuicios, observar objetivamente los hechos y tomarlos todos en consideración, especialmente aquellos que no nos gustan, y de ahí sacar la conclusión más honesta.

Presento entonces un conjunto de malos argumentos anti-evolucionistas, directamente de la cocina de las iglesias norteamericanas y que pretenden pasar por ciencia a punta de usar palabras rimbombantes.

“La segunda ley de la termodinámica impide que exista la evolución porque ella dice que todo sistema con el tiempo tiende al caos y no al orden debido a un incremento de su entropía”

Respuesta: Cada vez que escuches a un creacionista esgrimir este mal argumento apunta con tu dedo al astro rey hasta que entienda la indirecta, o te dé oportunidad de explicarle lo que la segunda ley de la termodinámica realmente establece.

Dicha ley habla de sistemas cerrados o aislados. En efecto, prueba aislar térmica o energéticamente  una caja, una habitación o un universo y presenciaras cómo todo en su interior tenderá hacia el caos, hacia la maximización de su entropía y su muerte térmica.

Pero la Tierra, mis amigos, NO ES UN SISTEMA CERRADO! En cada momento, recibe del Sol la friolera de 174 PetaWatts (1.74x1017 = 174,000,000,000,000,000 Watts) de potencia,  suficientes no sólo para que florezcan nuestras plantas,  se muevan nuestros ríos y la evolución lleve motor fuera de borda, sino que hasta alcanza para que una especie llene el planeta de carreteras, puentes, rascacielos, mona lisas y estatuas de la libertad.

La segunda ley de la termodinámica trata sobre los procesos energéticos que no son reversibles. De esa energía que, si bien no se destruye sino sólo se transforma, sí desaparece como energía utilizable. De ese calor que se genera en las fricciones de nuestros vehículos y que ya no hay modo de recuperar. La entropía es esa bolsa, esa cuenta de la energía perdida para siempre. Pero la “indeseable” acumulación de entropía de la Tierra es compensada a cada segundo por fresca y utilizable energía proveniente del Sol, quien a su vez sólo presencia sus pérdidas, al tiempo que acumula tremendas cantidades de su propia entropía.

En la relación Tierra-Sol, la Tierra gana siempre y construye su orden evolutivo, el Sol pierde siempre y se aproxima al caos (su muerte). En la cuenta global ambos pierden y comparten destino.

“Las proteínas necesarias para el surgimiento de la vida son muy complejas. La probabilidad de una molécula proteínica ensamblándose por casualidad son remotas (1 en 10113). Es como que un tornado pase sobre un campo de chatarra y ensamble un Boeing 747. Es como que lances al aire un montón de ladrillos y estos al caer construyan una casa”

Respuesta:  Como muchos de los argumentos contra la evolución, éste en realidad va dirigido a otro campo de la ciencia conocido como Abiogénesis (aunque ellos le llamen “evolución”). La evolución es el mecanismo en que la vida se adapta al medio ambiente una vez que ya existe vida, no trata en absoluto (ni pretende hacerlo) sobre el cómo la vida se origina. Sin embargo, me tomo aquí la libertad de poner este argumento bajo la mirilla porque es comúnmente usado también para atacar la Geología, la Astrofísica y en general cualquier rama de la ciencia que ponga en aprietos los dogmas religiosos.

Este cálculo de probabilidades asume que la formación de una molécula de proteína ocurre por casualidad. Esto no es así, la Bioquímica no es un mecanismo de casualidad. Complejas moléculas orgánicas se forman constantemente en condiciones existentes en el espacio. El caldo primordial del que la Abiogénesis habla no debió ser en realidad producto del azar sino una consecuencia directa de las características específicas del planeta.

Los dados con que la naturaleza juega
El cálculo también hace la absurda asunción de “un solo evento”, un solo tornado pasando sobre la chatarra, una sola tirada de ladrillos al aire. No tiene ningún punto de comparación con los trillones y trillones de veces que el ensamblado de moléculas ocurre en un océano prebiótico y que se repite cada milisegundo. Vamos, es cierto que si a mí me dan 146 dados y los lanzo al aire, la probabilidad de obtener todos seises es de una en 4x10113. Eso es una posibilidad remotísima, del mismo orden mencionado en este argumento, cercana a la imposibilidad, si lo experimentamos en un solo evento. Pero busquemos ser justos con la naturaleza y entendamos que los átomos de carbono, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno son eléctricamente propensos al enlace y que, si bien es cierto al ponerlos juntos no podemos esperar obtener un aminoácido “en una tirada” (H2NCHRCOOH), sí podemos obtener moléculas de agua (H2O), metano (CH4) o amonio (NH3), mucho más simples y probables de ocurrir, que no se deshacen y sirven de punto de partida o diente de trinquete para la siguiente tirada de menos dados, o mejor dicho de monedas, donde cada compuesto responde sólo a una pregunta a la vez ¿enlace con esa otra sustancia? Sí o No!

Así funciona la naturaleza, con un “sí” o un “no” a cada paso, que se acumula como información y que con el paso de enormes cantidades de tiempo ensambla complicadas estructuras.

Si a la tirada de los dados introducimos la condición de que en cada evento recogemos todos los seises, los apartamos y hacemos la siguiente tirada con el resto de dados apartando los seises cada vez, no tomará más de 30 de esas tiradas para obtener todos los seises que estamos buscando. ¿Estamos haciendo trampa? ¡Sí!  Como asímismo lo hace la naturaleza al jugar con los dados cargados del enlace químico.

“La velocidad de rotación de la Tierra está disminuyendo, por tanto el planeta debe ser muy reciente, no tan viejo  como para que la evolución haya tenido lugar”

Buzz Aldrin instalando el reflector del Luna Laser Ranging
Respuesta: Este es uno de esos argumentos seudocientíficos en los que el autor no se tomó la molestia de hacer los cálculos. Veamos, la historia evolutiva terrestre data desde la aparición de las primeras procariotas, hace unos 3,500 millones de años. La Tierra se condensó en su órbita hace 4,500 millones de años y desde entonces ha pasado por períodos de aceleración y deceleración de su rotación, gracias a cambios en la corteza terrestre y sobre todo a la transmisión de momento angular del planeta hacia la órbita lunar con cada marea. Utilizando el “Lunar Laser Ranging” cuyos instrumentos fueron emplazados en la Luna por las misiones Apollo, se ha obtenido una deceleración  promedio de 31 segundos por siglo por siglo (31 seg/cy2), lo que da como resultado una duración inicial del día de 14 horas para una edad de la Tierra de 4,500 millones de años. Tiempo más que suficiente para que la evolución ocurra.

“La tasa de cambio de X estructura planetaria o geológica es tal que indica una Tierra joven, no de 4,500 millones años como los científicos dicen haber encontrado. Por tanto no puede haber habido tiempo para que la evolución ocurra”

Respuesta: Se me ocurrió meter en un solo ítem general pues es extensa la cantidad de argumentos específicos que los creacionistas esgrimen bajo el sombrilla general de “si demuestro que la Tierra es más joven de lo que la ciencia dice, entonces la evolución es falsa”.

Y ya sea que se trate del caso de la Luna alejándose de la Tierra, el polvo cósmico que cae anualmente sobre la misma Luna, la existencia de “cometas de corto período”, la expansión de clusters de estrellas o algo por el estilo, siempre indefectiblemente se trata de un elemental cálculo mal hecho, el partir de datos obsoletos de antes de la era espacial o la simple, llana y desvergonzada invención de datos. También suelen mencionar datos ciertos (premisa verdadera) pero fallar miserablemente en la conclusión (falacia lógica) como cuando mencionan la edad del árbol más viejo, el nivel de sedimento del río Mississippi, la tasa de erosión de las cataratas del Niagara y otras, a lo que debemos contestar ¿y qué con eso? ¡Completo non-sequitur! ¿Qué tiene que ver la edad del Niagara o cualquier otro accidente geográfico con la edad global de la Tierra? Por supuesto que cualquier volcán, río, bosque, desierto son sólo “pasajeras espinillas” en el rostro geológicamente viejo de nuestro planeta.

“¿De qué sirve medio ojo? ¿De qué sirve media ala? Tal o cual estado transicional habría matado al animal” 

Respuesta:

Estadios evolutivos del ojo
Englobo aquí también todos aquellos malos argumentos que fallan en comprender la gradualidad del mecanismo evolutivo. Es casi infantil pretender que el desarrollo de un órgano como el visual, en un momento determinado implica que toda la población poseía medio ojo, o el 20%, 60%, 90% del globo ocular. Es ignorar el viviente testimonio de algunos moluscos que sensan luz por la piel, cuando otros (el nautilus) poseen un simple agujero que admite la luz hacia una primitiva retina para determinar la dirección del haz luminoso, y otros están a medio camino de desarrollar una lente. Es creer que la evolución va mágicamente guiada hacia un objetivo, y los animales deberán luchar por sobrevivir con el órgano que ella les imponga. Completamente al revés de lo que en realidad sucede: es ese medioambiente quién va moldeando órganos para que se le adapten. Es como preguntar porqué una perra no da a luz a un pollo, o esperar que aparezca un patodrilo, como vimos en el anterior post. Es fallar en comprender que nunca un animal de una especie producirá hijos de otra especie y nunca un hijo será biológicamente distinto de sus progenitores. Que para apreciar los lentísimos cambios evolutivos se necesita un medio ambiente que los presione, y cientos, miles de generaciones que transformarán una especie en otra no muy distinta. Una cadena larga y gradual donde cada indivíduo es transicional y en ninguno de ellos puedes advertir el cambio de especie a especie, como tampoco puedes advertir en qué palabra de este párrafo el magenta se volvió naranja.