La tesis medular de la Parte I de este blogpost
puede expresarse en la frase: “Contrario a la convención popular, la Biblia no
es fuente de la moral y ética de la sociedad moderna”. Para ello desarrollé un
par de argumentos que describo formalmente:
Primer argumento:
- Premisa 1: Un documento que ostente la categoría de ser “la fuente de toda moral y ética humana” debería ser consistente, no relativista, objetivo y de aplicación universal.
- Premisa 2: En el Antiguo Testamento, Dios y sus escogidos cometen ciertos actos completamente contrarios a la convención moral y ética de nuestra sociedad moderna (genocidios, violaciones, esclavitud, ejecuciones injustificadas, infanticidio, arbitrariedades, mala administración de justicia, etc).
- Conclusión 1: La Biblia no es fuente del sistema moral y ético convencional moderno.
Segundo argumento:
- Premisa 3: La Biblia contiene “partes malas” y “partes buenas”.
- Premisa 4: Cualquier persona promedio moderna puede fácilmente distinguir entre una “parte mala” (“maten a todos los niños!...” Num. 31:17) de una “parte buena” (“ama a tu prójimo como a ti mismo” Marcos 12:31) en el texto bíblico.
- Conclusión 2: El criterio que nos permite distinguir las buenas partes de las malas en la Biblia, tiene un origen externo a ella.
Es cierto que leyendo la Biblia, sus partes
terribles (y hasta horribles) se encuentran principalmente en el Antiguo
Testamento, en tanto que las lecciones bellas de moral y justicia menudean en
el Nuevo. Puedo suponer que esa es la razón por la que la Iglesia Católica se
concentra en el segundo e ignora el primero. Supongo que eso lleva a los
cristianos más liberales a repetir que “precisamente eso es lo vino Jesús a
hacer, a derogar lo antiguo y traernos un nuevo mensaje” que vendría a
constituirse en la base de nuestra moral y ética. Disectemos ese clamor.
Tal vez la mejor parte del Nuevo Testamento sea
el Sermón de la Montaña, en el que Jesús lanza una verdadera andanada de principios
morales que no sólo van en la misma dirección hacia la que apunta nuestra
convención moral actual, sino que presiona hasta extremos de difícil
cumplimiento. Así el amar a enemigos, el ofrecer la otra mejilla, el dar a
otros el doble de lo que te piden, el no juzgar para no ser juzgados, el considerar
la viga en el ojo propio antes de ver la basurita en el ajeno, el evitar la
hipocresía, el no orar en público sino en privado, son faros morales de tan
difícil alcance que son violados a diario por los más ardientes seguidores del
Nazareno.
Confucio iluminó al mundo con la Regla de Oro. 5 siglos antes de Cristo |
Pero allí en el Sermón de la Montaña se
encuentra también una joyita que quizás sea lo más luminoso, no sólo entre los
evangelios sino de la Biblia entera: La Regla de Oro, “Trata a los demás como
quieras ser tratado”, que podría ser considerada como el aporte más importante
del Cristianismo hacia el sistema moral universal … excepto porque … no es algo
original del Cristianismo!. No, dicho principio de reciprocidad venía siendo
batido desde hacía siglos por otros grandes líderes espirituales y filósofos
como Confucio, Lao Tse, Sidhartha Gautama (Buda), Pitaco, Tales de Mileto,
Isócrates, Epícteto, Sócrates (y por tanto Platón), y otros, pudiéndose
rastrear en el tiempo hasta el mismísimo Códico de Hammurabi, 1780 años antes de
Cristo. Al igual que con lo de “amar a tus enemigos”, contenido ya en la
filosofía budista, taoísta y griega (de nuevo), Jesús no está inventando nada
nuevo, sino que se está haciendo eco del formidable sistema ético y moral ya
existente.
Pero no todo brilla en el Nuevo Testamento.
También es posible encontrar, al igual que como hicimos con el Antiguo, pasajes
con dudosas lecciones de moral, los cuales paso a discutir en el estilo
acostumbrado.
Dilema moral: ¿Son los
organismos carentes de mente y consciencia, responsables por sus acciones u
omisiones y por tanto sujetos a castigo?
Al parecer más que dilema moral éste es un
básico problema de lógica y buen juicio. Los objetos, los animales y las
plantas no pueden ser sujetos a juicio moral o ético. Se necesita intelecto e
intención para ser juzgado. Al respecto, en Marcos 11:12-20 encontramos un Jesús
muy distinto del de la “montaña”.
“ 12 Al día siguiente, cuando
salían de Betania, Jesús tuvo hambre. 13 Viendo a
lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si hallaba algún fruto. Cuando
llegó a ella sólo encontró hojas, porque no era tiempo de higos. 14 "¡Nadie
vuelva jamás a comer fruto de ti!", le dijo a la higuera. Y lo oyeron sus
discípulos. ……. 20 Por la mañana, al pasar junto a
la higuera, vieron que se había secado de raíz.”
¿Cuál es la lección moral que Cristo
está proporcionando aquí? Al parecer ninguna positiva. Al destruir una planta
sólo porque no tenía frutos en el momento deseado, Jesús se comporta como un
niño brabucón y caprichoso, como el más abusivo de los dictadorcitos, como el
más irracional de los vándalos. Da una lección de egoísmo recalcitrante: “¿Con que no me das higos? Entonces no se
los darás a nadie más en el futuro!”; una lección de mal uso y abuso de
poder: “Tengo magia en mis dedos para
destruirte, pero no tengo magia para crear un higo entre tus hojas”; una
lección de incapacidad de manejar un deseo inmediato: “Ah, yo lo quiero ya, y si no lo tengo ya, me desquito con lo primero a
mano”; una lección de insensatez: “no
me oyes, no me ves, no piensas, no tienes intención, pero te hablo y te aplico
un castigo”. ¿Dónde está el hombre
que manda a amar a los enemigos y ofrecer la otra mejilla?
Este pasaje, muy cuidadosamente
escondido por las iglesias cristianas de toda denominación, deja al carpintero
de Belén en una posición muy por debajo de los impecables Confucio, Lao Tse,
Buda y cualquier otro líder espiritual que se nos venga a la mente.
Recórcholis! En realidad Jesús hace un peor papel que el de cualquier persona
que se aproxime a un árbol frutal para descubrir que no hay frutos. Pero en su defensa, se me ocurre sospechar que el
asunto nunca ocurrió, y así como numerosas otras partes descritas en los
evangelios, todo es producto del cocinado de la nueva religión. El anónimo
autor de esos evangelios (que no es ni Mateo ni Marcos ni Lucas ni Juan) estaba
tan preocupado por presentar a Cristo como un hacedor de milagros y portentos,
que se le olvidó que era más importante presentarlo como un líder íntegro.
Y no, destruir organismos porque no
hacen el milagro de apegarse a nuestro impulsivo deseo inmediato, no está entre
nuestra escala moral.
Dilema moral: ¿Hay que
hacer el bien por el bien, o por que esperamos una recompensa?
En Lucas 6:35 encontramos una tremenda
contradicción en el Sermón del Llano (otro sermón).
35 Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos,
háganles bien y denles prestado sin
esperar nada a cambio…..”
Lo cual es un principio excelente.
Hacer el bien por el bien mismo debería ser un pilar central de todo sistema
moral y ético. Pero en las siguientes palabras, antes de terminar siquiera el
versículo, Cristo disuelve la magia de ese mensaje.
“ Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es
bondadoso con los ingratos y malvados.”
Vaya! Resulta que sí hay que esperar
una recompensa a cambio, después de todo!
La verdad es que a lo largo de todo
este sermón y del otro mejor conocido de la montaña, así como en los enteros
evangelios, y el entero Nuevo Testamento, este mensaje es constante: “Haced
esto y ganaréis el Cielo”, “Haced lo otro y tendréis vida eterna”, “No hagáis
eso o iréis al infierno”. Se me vuelve evidente un excesivo clientelismo y
mercantilización de la moral. Bajo ese esquema, al final de cuentas, aún los
que se ganen el cielo por sus acciones, no son más que egoístas comprando con
dos monedas una codiciada eternidad de placeres.
Pero la naturaleza humana ha
producido empatía y compasión, y ellas hacen que nos conmovamos ante la
desgracia ajena de modo espontáneo. Me atrevo a creer que la mayoría de
nosotros ha ya tendido la mano a su prójimo sin esperar con ello estar
acumulando “tesoros en el cielo”. Cuán por arriba está la moral de aquellos que
hacen el bien, sabiendo que no habrá recompensas ni castigos al final.
Dilema moral: ¿Es
moral y justo imponer premios y castigos infinitos por acciones y faltas
finitas?
Con todo y lo guerrerista, cruel e
inmoral de que podemos tachar el Antiguo Testamento, el concepto de un juicio y
castigo final eterno está ausente de sus páginas. Es precisamente en el Nuevo
Testamento y de boca del mismo Cristo que aparece esta desmedida amenaza. Hay
muchos ejemplos, pero podemos citar la “parábola” del Rico y Lázaro en Lucas 16, como uno concreto.
Más que discutir un pasaje en
particular, aquí vale la pena llamar la atención sobre esta tremenda falla de
muchas religiones modernas. Pretender reclutar y sostener adeptos con base a
apilar terror sobre el ya natural temor a la muerte, es antiético.
Nacemos sin saber absolutamente nada
y somos moldeados según la sociedad que nos tocó en lotería. Nuestro
comportamiento depende grandemente de las señales de ese ambiente, canalizadas
por sentidos imperfectos y cocinadas en un cerebro también imperfecto. A escala
geológica o cosmológica nuestras vidas no llegan ni a parpadeos, ni a aleteos
de colibrí, ni a clicks en la bastedad del tiempo. No hay tiempo para ser
responsable de nada, no para ser infinitamente responsable.
Mi ejercicio mental es: si tú eres
un creador de universos y de todo lo que en ellos existe y por tanto tienes
absoluto control de todo lo que pase en él ¿porqué estarías interesado en crear
lugares de sufrimiento infinito? Vamos! ¿porqué estarías interesado en crear
criaturas y ponerlas a sufrir? Torturan los reyecitos y dictadores porque
tienen temor de perder el poder, porque perciben amenazas y conspiraciones
reales o potenciales pero bastante factibles, por ello son celosos y exigen
lealtad y pleitesía. Pero si eres el creador de todo lo que existe y sabes que
no hay competencia ¿porqué te comportarías con inseguridades?
Dilema moral: ¿Debemos amar a
nuestras familias o podemos aborrecerlas con alguna excusa?
Veamos lo que aparece en Lucas 14:26.
“ Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer,
e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi
discípulo.”
Yo esperaría que el “documento en el cual se
basa nuestra moral” fuera un poco más consistente en esto del amor. Qué tal
abrir las puertas del discipulado para todos, especialmente para personas que
amen, incluyendo a sus familias?
Dilema moral: ¿Están
las mujeres en inferioridad con respecto a los hombres?
Sé que la pregunta brilla por su necedad. Pero
también sé que nuestra ética y moral humana ha resuelto el dilema en tiempos
muy recientes, no más de un siglo.
Si el Nuevo Testamento fuese el faro moral
que nos vino a despertar hace 2000 años, encontraríamos en sus pasajes claras
indicaciones de respeto y justicia hacia la mitad de la población humana con
dos cromosomas X. Veamos qué dice Pablo en 1 Corintios 14:34-35.
“ 34 guarden las mujeres
silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar. Que estén sumisas,
como lo establece la ley.
35 Si quieren saber algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia.”
35 Si quieren saber algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia.”
¿Qué tal 1
Timoteo 2:11-12?
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la
mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.”
Vamos Pablito, se supone que estás escribiendo
el documento que revolucionaría nuestro sistema moral, no una reafirmación del
viejo patriarcalismo machista de la Edad de Bronce. Sin la participación activa
y proactiva de las mujeres en un esquema de equidad, no puede haber ética ni
moral. No mandes a callar a lo mejor de tus seguidores.
Lo más irónico del caso es que cuando discuto
con cristianos fundamentalistas, la mayoría de las veces se trata de mujeres.
Algunas dicen ser expertas en Biblia, pero desconocían el mencionado pasaje
hasta que se los puse enfrente. Nunca he recibido de ellas (ni de ellos) una
respuesta coherente a mis críticas.
(Voy a dejar pasar el Apocalipsis,
porque me parece más una obra esquizoide que un código moral.)
El problema con Jesús Cristo es que, contrario
a lo ocurrido con el resto de grandes maestros espirituales (Confucio, Lao Tse,
Gautama), no dejó caer nada de su puño y letra. Lo único que tenemos es lo que
otros dicen que dicen que otros vieron y oyeron. Los evangelios mismos fueron
escritos 40 años después de la muerte del maestro, en un país alejado de Judea, por gente que no
le conoció. Así es, Marcos, Juan, Lucas
y Mateo no fueron discípulos de Jesús (como algunos creen), los dos últimos
copian al primero y a una misteriosa fuente perdida (la Fuente Q). Y Pablo,
quien es el real arquitecto del Cristianismo ni siquiera consideraba que Jesús
hubiese existido. Al final de cuentas, el Nuevo Testamento es escrito por un
conjunto de manos desconocidas, y ninguna de ellas es la del Nazareno, de cuya existencia ni
siquiera tenemos evidencia. (Pero todo ello es carnoso material para discusiones
futuras en este sitio.)
Concluimos que el Nuevo Testamento tampoco es la fuente de
nuestra ética y moral. A lo más, las palabras de Cristo hacen reverberar la
sabiduría que a esos tiempos ya era antigua y procedía del oriente. Y como
persisten en el texto no sólo el endose de la vieja Ley (Mateo 5:17) sino
también extraños elementos de dudosa moral, podemos concluir que ni lo bueno
del Nuevo Testamento es necesariamente original, ni lo original es
necesariamente bueno.