Yo no moriría nunca por mis creencias porque puedo estar equivocado

- Bertrand Russell

viernes, 29 de junio de 2012

La Biblia ¿Fuente de nuestra moral y ética? ¡Ni por cerca! Parte II


La tesis medular de la Parte I de este blogpost puede expresarse en la frase: “Contrario a la convención popular, la Biblia no es fuente de la moral y ética de la sociedad moderna”. Para ello desarrollé un par de argumentos que describo formalmente:

Primer argumento:
  • Premisa 1: Un documento que ostente la categoría de ser “la fuente de toda moral y ética humana” debería ser consistente, no relativista, objetivo y de aplicación universal.
  • Premisa 2: En el Antiguo Testamento, Dios y sus escogidos cometen ciertos actos completamente contrarios a la convención moral y ética de nuestra sociedad moderna (genocidios, violaciones, esclavitud, ejecuciones injustificadas, infanticidio, arbitrariedades, mala administración de justicia, etc).
  • Conclusión 1: La Biblia no es fuente del sistema moral y ético convencional moderno.


Segundo argumento:
  • Premisa 3: La Biblia contiene “partes malas” y “partes buenas”.
  • Premisa 4: Cualquier persona promedio moderna puede fácilmente distinguir entre una “parte mala” (“maten a todos los niños!...” Num. 31:17) de una “parte buena” (“ama a tu prójimo como a ti mismo” Marcos 12:31) en el texto bíblico.
  • Conclusión 2: El criterio que nos permite distinguir las buenas partes de las malas en la Biblia, tiene un origen externo a ella.


Es cierto que leyendo la Biblia, sus partes terribles (y hasta horribles) se encuentran principalmente en el Antiguo Testamento, en tanto que las lecciones bellas de moral y justicia menudean en el Nuevo. Puedo suponer que esa es la razón por la que la Iglesia Católica se concentra en el segundo e ignora el primero. Supongo que eso lleva a los cristianos más liberales a repetir que “precisamente eso es lo vino Jesús a hacer, a derogar lo antiguo y traernos un nuevo mensaje” que vendría a constituirse en la base de nuestra moral y ética. Disectemos ese clamor.

Tal vez la mejor parte del Nuevo Testamento sea el Sermón de la Montaña, en el que Jesús lanza una verdadera andanada de principios morales que no sólo van en la misma dirección hacia la que apunta nuestra convención moral actual, sino que presiona hasta extremos de difícil cumplimiento. Así el amar a enemigos, el ofrecer la otra mejilla, el dar a otros el doble de lo que te piden, el no juzgar para no ser juzgados, el considerar la viga en el ojo propio antes de ver la basurita en el ajeno, el evitar la hipocresía, el no orar en público sino en privado, son faros morales de tan difícil alcance que son violados a diario por los más ardientes seguidores del Nazareno.

Confucio iluminó al mundo con la Regla de Oro. 5 siglos antes de Cristo
Pero allí en el Sermón de la Montaña se encuentra también una joyita que quizás sea lo más luminoso, no sólo entre los evangelios sino de la Biblia entera: La Regla de Oro, “Trata a los demás como quieras ser tratado”, que podría ser considerada como el aporte más importante del Cristianismo hacia el sistema moral universal … excepto porque … no es algo original del Cristianismo!. No, dicho principio de reciprocidad venía siendo batido desde hacía siglos por otros grandes líderes espirituales y filósofos como Confucio, Lao Tse, Sidhartha Gautama (Buda), Pitaco, Tales de Mileto, Isócrates, Epícteto, Sócrates (y por tanto Platón), y otros, pudiéndose rastrear en el tiempo hasta el mismísimo Códico de Hammurabi, 1780 años antes de Cristo. Al igual que con lo de “amar a tus enemigos”, contenido ya en la filosofía budista, taoísta y griega (de nuevo), Jesús no está inventando nada nuevo, sino que se está haciendo eco del formidable sistema ético y moral ya existente.

Pero no todo brilla en el Nuevo Testamento. También es posible encontrar, al igual que como hicimos con el Antiguo, pasajes con dudosas lecciones de moral, los cuales paso a discutir en el estilo acostumbrado.

Dilema moral: ¿Son los organismos carentes de mente y consciencia, responsables por sus acciones u omisiones y por tanto sujetos a castigo?

Al parecer más que dilema moral éste es un básico problema de lógica y buen juicio. Los objetos, los animales y las plantas no pueden ser sujetos a juicio moral o ético. Se necesita intelecto e intención para ser juzgado. Al respecto, en Marcos 11:12-20 encontramos un Jesús muy distinto del de la “montaña”.

“   12  Al día siguiente, cuando salían de Betania, Jesús tuvo hambre. 13   Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si hallaba algún fruto. Cuando llegó a ella sólo encontró hojas, porque no era tiempo de higos.  14   "¡Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti!", le dijo a la higuera. Y lo oyeron sus discípulos. ……. 20   Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz.”

¿Cuál es la lección moral que Cristo está proporcionando aquí? Al parecer ninguna positiva. Al destruir una planta sólo porque no tenía frutos en el momento deseado, Jesús se comporta como un niño brabucón y caprichoso, como el más abusivo de los dictadorcitos, como el más irracional de los vándalos. Da una lección de egoísmo recalcitrante: “¿Con que no me das higos? Entonces no se los darás a nadie más en el futuro!”; una lección de mal uso y abuso de poder: “Tengo magia en mis dedos para destruirte, pero no tengo magia para crear un higo entre tus hojas”; una lección de incapacidad de manejar un deseo inmediato: “Ah, yo lo quiero ya, y si no lo tengo ya, me desquito con lo primero a mano”; una lección de insensatez: “no me oyes, no me ves, no piensas, no tienes intención, pero te hablo y te aplico un castigo”.  ¿Dónde está el hombre que manda a amar a los enemigos y ofrecer la otra mejilla?

Este pasaje, muy cuidadosamente escondido por las iglesias cristianas de toda denominación, deja al carpintero de Belén en una posición muy por debajo de los impecables Confucio, Lao Tse, Buda y cualquier otro líder espiritual que se nos venga a la mente. Recórcholis! En realidad Jesús hace un peor papel que el de cualquier persona que se aproxime a un árbol frutal para descubrir que no hay frutos. Pero en  su defensa, se me ocurre sospechar que el asunto nunca ocurrió, y así como numerosas otras partes descritas en los evangelios, todo es producto del cocinado de la nueva religión. El anónimo autor de esos evangelios (que no es ni Mateo ni Marcos ni Lucas ni Juan) estaba tan preocupado por presentar a Cristo como un hacedor de milagros y portentos, que se le olvidó que era más importante presentarlo como un líder íntegro.

Y no, destruir organismos porque no hacen el milagro de apegarse a nuestro impulsivo deseo inmediato, no está entre nuestra escala moral.

Dilema moral: ¿Hay que hacer el bien por el bien, o por que esperamos una recompensa?

En Lucas 6:35 encontramos una tremenda contradicción en el Sermón del Llano (otro sermón).
35   Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio…..”

Lo cual es un principio excelente. Hacer el bien por el bien mismo debería ser un pilar central de todo sistema moral y ético. Pero en las siguientes palabras, antes de terminar siquiera el versículo, Cristo disuelve la magia de ese mensaje.

“ Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.”

Vaya! Resulta que sí hay que esperar una recompensa a cambio, después de todo!

La verdad es que a lo largo de todo este sermón y del otro mejor conocido de la montaña, así como en los enteros evangelios, y el entero Nuevo Testamento, este mensaje es constante: “Haced esto y ganaréis el Cielo”, “Haced lo otro y tendréis vida eterna”, “No hagáis eso o iréis al infierno”. Se me vuelve evidente un excesivo clientelismo y mercantilización de la moral. Bajo ese esquema, al final de cuentas, aún los que se ganen el cielo por sus acciones, no son más que egoístas comprando con dos monedas una codiciada eternidad de placeres.

Pero la naturaleza humana ha producido empatía y compasión, y ellas hacen que nos conmovamos ante la desgracia ajena de modo espontáneo. Me atrevo a creer que la mayoría de nosotros ha ya tendido la mano a su prójimo sin esperar con ello estar acumulando “tesoros en el cielo”. Cuán por arriba está la moral de aquellos que hacen el bien, sabiendo que no habrá recompensas ni castigos al final.

Dilema moral: ¿Es moral y justo imponer premios y castigos infinitos por acciones y faltas finitas?

Con todo y lo guerrerista, cruel e inmoral de que podemos tachar el Antiguo Testamento, el concepto de un juicio y castigo final eterno está ausente de sus páginas. Es precisamente en el Nuevo Testamento y de boca del mismo Cristo que aparece esta desmedida amenaza. Hay muchos ejemplos, pero podemos citar la “parábola” del Rico y Lázaro en Lucas 16,  como uno concreto.

Más que discutir un pasaje en particular, aquí vale la pena llamar la atención sobre esta tremenda falla de muchas religiones modernas. Pretender reclutar y sostener adeptos con base a apilar terror sobre el ya natural temor a la muerte, es antiético.

Nacemos sin saber absolutamente nada y somos moldeados según la sociedad que nos tocó en lotería. Nuestro comportamiento depende grandemente de las señales de ese ambiente, canalizadas por sentidos imperfectos y cocinadas en un cerebro también imperfecto. A escala geológica o cosmológica nuestras vidas no llegan ni a parpadeos, ni a aleteos de colibrí, ni a clicks en la bastedad del tiempo. No hay tiempo para ser responsable de nada, no para ser infinitamente responsable.

Mi ejercicio mental es: si tú eres un creador de universos y de todo lo que en ellos existe y por tanto tienes absoluto control de todo lo que pase en él ¿porqué estarías interesado en crear lugares de sufrimiento infinito? Vamos! ¿porqué estarías interesado en crear criaturas y ponerlas a sufrir? Torturan los reyecitos y dictadores porque tienen temor de perder el poder, porque perciben amenazas y conspiraciones reales o potenciales pero bastante factibles, por ello son celosos y exigen lealtad y pleitesía. Pero si eres el creador de todo lo que existe y sabes que no hay competencia ¿porqué te comportarías con inseguridades?

Dilema moral:  ¿Debemos amar a nuestras familias o podemos aborrecerlas con alguna excusa?

Veamos lo que aparece en Lucas 14:26.

“ Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.”

Yo esperaría que el “documento en el cual se basa nuestra moral” fuera un poco más consistente en esto del amor. Qué tal abrir las puertas del discipulado para todos, especialmente para personas que amen, incluyendo a sus familias?

Dilema moral: ¿Están las mujeres en inferioridad con respecto a los hombres?

Sé que la pregunta brilla por su necedad. Pero también sé que nuestra ética y moral humana ha resuelto el dilema en tiempos muy recientes, no más de un siglo.

Si el Nuevo Testamento fuese el faro moral que nos vino a despertar hace 2000 años, encontraríamos en sus pasajes claras indicaciones de respeto y justicia hacia la mitad de la población humana con dos cromosomas X. Veamos qué dice Pablo en 1 Corintios 14:34-35.

34  guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar. Que estén sumisas, como lo establece la ley.
35   Si quieren saber algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia.”

¿Qué tal 1 Timoteo 2:11-12?

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.”
 
Vamos Pablito, se supone que estás escribiendo el documento que revolucionaría nuestro sistema moral, no una reafirmación del viejo patriarcalismo machista de la Edad de Bronce. Sin la participación activa y proactiva de las mujeres en un esquema de equidad, no puede haber ética ni moral. No mandes a callar a lo mejor de tus seguidores.

Lo más irónico del caso es que cuando discuto con cristianos fundamentalistas, la mayoría de las veces se trata de mujeres. Algunas dicen ser expertas en Biblia, pero desconocían el mencionado pasaje hasta que se los puse enfrente. Nunca he recibido de ellas (ni de ellos) una respuesta coherente a mis críticas.

(Voy a dejar pasar el Apocalipsis, porque me parece más una obra esquizoide que un código moral.)

El problema con Jesús Cristo es que, contrario a lo ocurrido con el resto de grandes maestros espirituales (Confucio, Lao Tse, Gautama), no dejó caer nada de su puño y letra. Lo único que tenemos es lo que otros dicen que dicen que otros vieron y oyeron. Los evangelios mismos fueron escritos 40 años después de la muerte del maestro, en un país alejado de Judea, por gente que no le conoció. Así  es, Marcos, Juan, Lucas y Mateo no fueron discípulos de Jesús (como algunos creen), los dos últimos copian al primero y a una misteriosa fuente perdida (la Fuente Q). Y Pablo, quien es el real arquitecto del Cristianismo ni siquiera consideraba que Jesús hubiese existido. Al final de cuentas, el Nuevo Testamento es escrito por un conjunto de manos desconocidas, y ninguna de ellas es la del Nazareno, de cuya existencia ni siquiera tenemos evidencia. (Pero todo ello es carnoso material para discusiones futuras en este sitio.)

Concluimos que el Nuevo Testamento tampoco es la fuente de nuestra ética y moral. A lo más, las palabras de Cristo hacen reverberar la sabiduría que a esos tiempos ya era antigua y procedía del oriente. Y como persisten en el texto no sólo el endose de la vieja Ley (Mateo 5:17) sino también extraños elementos de dudosa moral, podemos concluir que ni lo bueno del Nuevo Testamento es necesariamente original, ni lo original es necesariamente bueno.

martes, 29 de mayo de 2012

La Biblia ¿Fuente de nuestra moral y ética? ¡Ni por cerca! - Parte I


Muchas veces escuchamos discusiones en torno a escabrosos temas sociales, tales como el aborto, los derechos de personas homosexuales, la investigación científica con células madre, la clonación, la pena de muerte, el control de armas, la separación de iglesia y estado, etc. Si vives en los USA, esos son temas que taladran los oídos probablemente más de lo que desearías, y si encima de todo es año electoral, más que taladro es un “jackhammer” lo que tienes por metáfora. Y tan polarizada está la sociedad americana que puedes predecir cuál es la posición de casi cada persona en cada uno de esos asuntos, con el solo hecho que te diga “soy conservador”, y el paquete contrario si te dice “soy liberal”.

En esencia nuestra apreciación depende de parámetros morales y éticos, los que también aplicamos a nivel personal. Damos y recibimos consejos y juicios en pequeños dilemas morales. Y cada vez repasamos las bases de lo convencionalmente correcto e incorrecto, las bases de nuestra moral y ética.

Sea que discutamos esas encrucijadas al nivel macro de una sociedad, o al nivel micro de un individuo o pequeño grupo, la mayoría de veces esa brújula está bien orientada hacia lo que percibimos como “el bien”. 

Ya he defendido el argumento de los orígenes puramente humanistas de nuestra moral y ética, pero revisito el tema por la frecuencia con que se esgrime La Biblia sobre este tipo de discusiones, como origen absoluto y autoridad suprema sobre asuntos de moral. Es muy común también que al presentar nuestra objeción ante el uso de la Biblia como ley absoluta, se nos responda con algo como “si no existiera la Biblia y su autor (Dios), no sabríamos distinguir entre lo bueno y lo malo”.  

La susodicha sentencia no es menos que una falacia monumental, pero resulta apabullante la cantidad de veces que es usada y lo poco que es retada. Ese argumento lleva un salvoconducto en el bolsillo, y al parecer se espera que nadie ponga en tela de juicio la autoridad, infalibilidad y legitimidad de “la Palabra”. “Escúdate en la Biblia y ya ganaste la discusión”, parecen pensar. Para este fenómeno, yo solo encuentro una explicación: ……..(redobles) ……….. La gente no lee la Biblia!!!

Procedo entonces a presentar las razones del porque sostengo que la Biblia NO ES ni será nunca fuente de moralidad y ética para la sociedad y sus individuos. Recurro a algunos ejemplos que me servirán de ilustración.

Dilema moral: ¿Cual es el grado de severidad que se debe aplicar para corregir a un hijo desobediente?

Nuestra moral y ética humanista nos llevaría a resolver el caso dentro de un espectro que podría incluir psicología aplicada, persuasión verbal, y por supuesto la aplicación de premios y castigos, pudiendo esta última alternativa estirarse hasta el grado de ciertos castigos físicos que nuestra sociedad aún acepta. La línea del máximo castigo podría estar definida por aquello que no deje daños permanentes. Ahí está la frontera, una línea en disputa que se ha traducido en leyes en las distintas naciones y hace posible que el castigo que allá puedes aplicar, aquí ni se te ocurra si no quieres ir tras las rejas por violencia doméstica.

¿Cómo resuelve la Biblia el caso? Vamos a Deuteronomio 21:18-21:

18  Si un hombre tiene un hijo obstinado y rebelde, que no escucha a su padre ni a su madre, ni los obedece cuando lo disciplinan, 19  su padre y su madre lo llevarán a la puerta de la ciudad y lo presentarán ante los ancianos. 20  Y dirán los padres a los ancianos: Este hijo nuestro es obstinado y rebelde, libertino y borracho. No nos obedece. 21  Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta matarlo. Así extirparás el mal que haya en medio de ti. Y todos en Israel lo sabrán, y tendrán temor.

La inhumana muerte por lapidación. "Justo" castigo bíblico para hijos desobedientes
La “moral bíblica” decreta muerte por un bárbaro método para el muchacho desobediente, no sin antes proceder a calumniarlo (lo acusan de borracho cuando al principio la prescripción es para hijos rebeldes). La “moral bíblica” nos manda a hacer algo que nadie en su sano juicio haría en una sociedad justa. Algo incluso peor a lo que el régimen Talibán haría. La “moral bíblica” viola el básico principio de proporcionalidad entre falta y castigo y se vuelve antítesis de los valores de comprensión, empatía y amor entre seres humanos.

Por cierto, el mismo castigo es recetado para adúlteros y para toda mujer que no es encontrada virgen en su noche de bodas (Deuteronomio 22:20-21).

Dilema moral: ¿Matarías al vecino por trabajar en sábado?

Por supuesto que no. No lo matarías por esa ridícula razón ni por ninguna otra. Tu sistema moral humanista y el uso de razón que tienes te hacen rechazar de tajo la sola idea.

Veamos qué dice la Biblia en Números 15:32-36.

32  Un sábado, durante la estadía de los israelitas en el desierto, un hombre fue sorprendido recogiendo leña. 33  Quienes lo sorprendieron lo llevaron ante Moisés y Aarón, y ante toda la comunidad. 34  Al principio sólo quedó detenido, porque no estaba claro qué se debía hacer con él. 35  Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Ese hombre debe morir. Que toda la comunidad lo apedree fuera del campamento.» 36  Así que la comunidad lo llevó fuera del campamento y lo apedreó hasta matarlo, tal como el Señor se lo ordenó a Moisés.

¿Está una arbitraria y ritualista disposición religiosa por encima del derecho a la vida? ¿Qué clase de ser supremo daría una orden así? Hasta los dictadores más criminales asesinan a opositores políticos por una más defendible razón: la supervivencia del régimen. Pero ejecutar a un inocente, quien tal vez actuaba empujado por la necesidad, por la simple razón de recoger leña en sábado!? Ese es un acto de inmoralidad suprema. Nuestra moral secular está muy por arriba que la de la Biblia y sus bárbaros autores.

Dilema moral: ¿Se justifican los crímenes de guerra?

Aunque siempre habrá quien justifique las guerras como actos de defensa de la soberanía, la libertad, etc., existe un claro consenso de que sería mejor no tener que recurrir a la guerra y obtener lo deseado por métodos pacíficos. Estamos conscientes de las pérdidas que los conflictos bélicos causan. Las guerras se llevan vidas, sueños, cultura, arte. Provocan dolor indecible, hambre y pérdidas irrecuperables. Los daños a la población civil resultan ser la parte más cruel de las guerras y todos creemos que hay que evitarlos cuanto sea posible. Hasta el más cínico guerrero admitiría que la población civil no es objetivo de combate, aunque sabe que es inevitable engrosar la cuenta de los “daños colaterales”.

En el Antiguo Testamento la guerra está por todas partes. Son guerras ordenadas y apadrinadas por Dios, lo que ya en sí resulta en un acto inmoral, pues ese ser que posee el poder de cambiar cualquier situación de modo mágico y sencillo, decide jugar a la guerrita con sus criaturas poniéndolos a pelear por territorio, cuando en sus dedos tiene la capacidad de crearle un planeta entero a cada tribu si así lo desea.

Tomemos un sorbo de la guerra que Dios ordena en la Biblia. Por ejemplo Números 31:7-18.

7  Tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés, los israelitas entraron en batalla y mataron a todos los madianitas…... 9  Capturaron a las mujeres y a los niños de los madianitas, y tomaron como botín de guerra todo su ganado, rebaños y bienes. 10  A todas las ciudades y campamentos donde vivían los madianitas les prendieron fuego, 11  y se apoderaron de gente y de animales. Todo los despojos y el botín 12  se los llevaron a Moisés y al sacerdote Eleazar, y a toda la comunidad israelita. A los prisioneros, el botín y los despojos los llevaron hasta el campamento que estaba en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó….  14  Moisés estaba furioso con los jefes de mil y de cien soldados que regresaban de la batalla. 15  «¿Cómo es que dejaron con vida a las mujeres? les preguntó. 16 …… 17  Maten a todos los niños, y también a todas las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales, 18  pero quédense con todas las muchachas que jamás las hayan tenido.

No lo creen? Lean el Salmo 137, versículo 9.
Por orden del “Señor” los israelitas perpetraron masacres atroces, verdaderos actos de lesa humanidad. Podemos imaginarnos la tragedia vivida por esos seres humanos que en medio de vivir en su tierra, cultivarla, construir, formar familias, amar, ver crecer hijos y sueños ….de improviso ven aparecer una horda de barbaros que dicen estar siendo guiados por un dios omnipotente que no tiene ningún aprecio por las vidas ajenas. Podemos imaginar las caritas de esos niños al ver morir a su papá y ver gritar de terror a su mamá; los criminales invasores robándose todo lo duramente ganado por otros; la marcha como prisioneros de guerra de inocentes mujeres, niños y bebés; sus llantos inconsolables; la colérica y barbuda cara del jefe invasor reprendiendo a sus secuaces el dejar vivos a los niños y mujeres; los ojitos de esos niños ante el filo de las espadas; sus pequeñas luchas para protegerse en sus mamás; las pequeñas túnicas que ayer jugaban entre el polvo, y el bárbaro bronce mordiéndoles la carne inocente; el sufrimiento indecible. Ah, y las niñas, las hijitas de alguien, las hermanitas de alguien, condenadas a una vida de esclavitud y sometimiento sexual.

Por su parte en Oseas 13:16 tenemos esta joya:

16  El pueblo de Samaria cargará con su culpa por haberse rebelado contra su Dios. Caerán a filo de espada; ¡a los niños los lanzarán contra el suelo, y a las embarazadas les abrirán el vientre!

Y todo ordenado por Dios!!!  (Dime por favor que tu moral la obtienes de otro lado).

Dilema moral: La esclavitud:  ¿Es moral que un ser humano sea propiedad de otro?

De acuerdo a nuestra moral y ética secular, la respuesta es un rotundo NO. Tal vez no exista mejor ejemplo de cómo nuestra moral ha evolucionado de la mano de principios puramente humanistas. La esclavitud no tiene cabida en una sociedad que se precie de moralmente constituida. El principio de libertad individual está plasmado en la mayoría de constituciones políticas del mundo, y la esclavitud ha sido abolida por prácticamente todas las naciones de la Tierra, si bien de modo tardío (Mauritania se convirtió en la última nación en abolir esclavitud en 1981), y no siempre de modo pacífico, habiendo sido preciso a veces pelear guerras civiles y revoluciones. Con todo, el derecho a nacer y vivir libre es reconocido como un derecho fundamental por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se ha hecho de un puesto entre nuestro zeitgeist.

Sabemos que la esclavitud ha estado presente en las sociedades preindustriales desde tiempos prehistóricos. Entendemos por vía de la Antropología, la Sociología y la Historia, el papel que la esclavitud jugó cuando las naciones e imperios tuvieron que amasar potencia muscular, dada su carencia de potencia industrial. Pero que entendamos eso, no nos mueve como seres humanos modernos, de nuestro consenso acerca de la inmoralidad de capturar por vía violenta a alguien, privarle para siempre de su libertad, hacerlo objeto de compra y venta, obligarle a trabajar forzadamente, denegarle compensación, someterle a inhumanos castigos y provocarle una descendencia de seres humanos que nacerán, vivirán y morirán en oprobio tal.

Veamos qué posición toma la Biblia ante la esclavitud.

Levítico 25:44-46:

44  »Asegúrate de que tus esclavos y esclavas provengan de las naciones vecinas; allí podrás comprarlos. 45  También podrás comprar esclavos nacidos en tu país, siempre y cuando sean de las familias extranjeras que vivan en medio de ustedes. Ellos serán propiedad de ustedes, 46  y podrán dejárselos a sus hijos como herencia para que les sirvan de por vida.

La Biblia da instrucciones para la compra-venta de esclavos
Es sólo uno entre muchos ejemplos de las partes en que la Biblia condona y cohonesta la esclavitud. Cuando señalo esto a los apologéticos creyentes, ellos invariablemente responden que hay que entender que esos eran “otros tiempos” y comprender el contexto social en que se vivía. Pero es ese precisamente mi punto: se supone que Dios da normas morales a la humanidad que contravienen lo que “normalmente” haríamos. Dios no está allí para acomodarse a las usanzas sociales. Se supone que de no ser por la Biblia no sabríamos qué es bueno y qué es malo (tal es lo que proponen esos mismos apologistas). Pero en este caso Dios aconseja como bueno algo que conviene a los poderosos de la época que sea “bueno”. De repente ya no tenemos a un Dios implacable, sino a uno “blandengue” que da permiso para que se cometa un acto, que hoy por hoy y sin ser dioses, nosotros tachamos como inmoral.

Resulta revelador el hecho de que en la mil veces heroica lucha de la humanidad contra la esclavitud, los conservadores esclavistas alegaban que esta no debería de abolirse porque aquello iría en contra a las enseñanzas bíblicas !!! …. Y tenían razón.

Dilema moral: Ante las faltas cometidas por un individuo ¿castigarías a sus hijos, nietos y bisnietos?

No creo que para alguien este sea un auténtico dilema. Este es un básico principio de justicia que sólo a un psicópata se le pasaría por alto. Pero en la Biblia este modo torcido de impartir justicia es bastante standard. Desde la narrativa de Adán y Eva, a quienes se les pone una trampa para que fallen y luego se les impone un castigo que se transmitirá a toda su descendencia, hasta las genocidios de los bebés en Sodoma y Gomorra, la maldición a la descendencia de Cam y otros casos por el estilo, encontramos esa afición por castigar inocentes. Consideremos Exodo 20:5.

5  No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación.

No es Moisés, no es Abraham ni el sórdido David quien está hablando. Es el mismísimo Dios quien muestra una moral y sentido de justicia más torcidos que el báculo papal. O tal vez debamos atribuir el desacierto a un inspirado y anónimo autor de la Biblia, creador de religiones, castas y privilegios.

Y así, el Antiguo Testamento está lleno de asesinatos, violaciones, abusos, crueldad, incesto y otras gemas de inmoralidad humana, ordenados o cohonestados por Dios y sus “representantes” en la Tierra. Es comprensible que la Iglesia Católica más convencional trate de soslayar el Antiguo Testamento y se concentre más en el Nuevo. Del mismo modo es incomprensible el porqué las ramas católicas conservadoras y las iglesias evangélicas recurran tanto al Antiguo Testamento y nos hablen de Inerrancia Bíblica.

Por supuesto que no faltará quien diga “Pero ese era el Antiguo Testamento y la Ley Mosaica, cosas que vinieron a ser abolidas por Cristo y su nuevo mensaje”.  Y es a la falsedad de esa idea que dedicaré la segunda parte de este post.

Finalizo la mitad de este tema señalando que el simple hecho que los creyentes y apologistas digan “no te fijes en esas partes malas de la Biblia, fíjate en lo bueno” es una admisión implícita de que su moral -y la moral de todos- posee una fuente externa, independiente y frecuentemente en contraposición a la Biblia. La simple acción de juzgar las “Sagradas Escrituras” y decidir cuáles son sus “partes malas” y “partes buenas” a las cuales debemos prestar o no atención, implica que estamos aplicando un criterio moral y ético que ya poseemos antes de abrir la misma Biblia; un criterio humanista y secular.

lunes, 30 de abril de 2012

Sesgo Confirmativo


Coloqué un paquete de café espresso como cereza sobre la carretilla de supermercado. Ese último ítem no estaba en la lista de compras pero sí en la de terrores, tal es lo que me causa la posibilidad de levantarme una mañana y descubrir su ausencia. Me apresuré a la zona de cajeros, ansioso por terminar este deber hogareño que no se encuentra entre mis predilectos. Ocho cajas con sus cajeros activos, y el ojo comenzó un escrutinio rápido para reconocer la línea más corta y con carretillas menos pródigas. La encuentro y me afirmo al fondo de esa prometedora línea con mi tarjeta de débito en mano y mis dedos dispuestos a bajar la marca de los 7 segundos que me toma deslizar la banda magnética, digitar el PIN, responder que no quiero “cashback” y oprimir un final “yes”. 

Cuando me faltan dos personas para llegar a la  caja, observo lo llenas que están las filas ese día; sin proponérmelo me percato de un individuo con peinado ridículo y una señora conspicuamente voluptuosa que se acaban de allegar a dos de las filas más desesperanzadoras. Pobres! - pienso -  tienen como 7 u 8 personas por delante!

Me falta solo una persona para pasar la aduana hacia la libertad, cuando una serie de acontecimientos empiezan a desarrollarse en esa caja de mi línea. La señora compradora pregunta algo sobre uno de los productos que está llevando; discute por largo rato sobre el asunto hasta que la cajera levanta la cara, abre un micrófono, llama a alguien, pero “alguien” no aparece, entonces es la cajera quien desaparece. Los segundos se hacen minutos y regresa la cajera con “alguien” quien se va con el producto hacia el interior del supermercado, supongo que a cambiar la lata o algo parecido. Más segundos, más minutos y ya trae otra lata. La señora compradora habla y habla sobre el resto de su compra como si el pagar en caja de supermercado fuese una actividad social. Espera hasta el último momento en que le muestran el total que debe cancelar para - ¡hasta entonces! - comenzar a excavar su bolso, del cual saca hasta cocodrilos (o esa era mi percepción en el suplicio de ser devorado por las llamas de la impaciencia). Mientras barajea tarjetas plásticas, encuentra una en la que le marcan unos puntos por las compras que hace (y los que yo siempre desprecio porque prefiero un minuto de mi tiempo a un millón de ellos). Luego de esa interminable operación en la que la señora pide saber cuántos puntos lleva, cuántos agregó en esa compra y cuántos le faltan para ganarse una sartén, decide con monástica calma comenzar a escribir un cheque (y a buscar un bolígrafo en el fondo de su bolsón). Observo entonces con indescriptible envidia cómo un ridículo peinado y una figura conspicuamente voluptuosa, atraviesan la puerta con el rótulo de “EXIT”, y cómo hasta quienes estaban tras ellos ya recogen sus bolsas de la banda.

Y mientras “mi” cajera revisaba y escrutaba el cheque que le acababan de entregar, realicé que este no era más que un nuevo episodio de algo conocido como Las Leyes de Murphy. Eso es. Me estaba topando de nuevo con la Ley de Murphy para las filas, la misma que opera cuando voy en el freeway (que aquí en Chicago se llaman “expressway”) en el viscoso tráfico del viernes por la tarde, y observo que hay un carril que se mueve un poco más rápido; lucho por cambiarme a ese, pero cuando lo logro, se paraliza por completo y es precisamente la línea de donde vengo la que empieza a moverse rápido.
“La Ley de Murphy se confirma!”- pienso siempre.

Para el momento en que fui atendido, pensé que el del pelo ridículo y la señora voluptuosa debían estar ya 
en su casa sentados en un sillón y rascándose la barriga.

No dejé de rumiar mi derrota de haber escogido la fila más corta para caer en la boca del lobo más parsimonioso imaginable. Tampoco dejé de reafirmar mi fe en las Leyes de Murphy como innegable misteriosa fuerza que gobierna nuestros destinos!... ejem, bueno ya en serio … no es cierto. Para entonces caminaba ya la senda del escepticismo y andaba tratando de aplicarlo a cada resquicio ideológico personal, a cada prejuicio, a cada preconcepto, a cada rasgo cultural.

Pero la desazón de haberme metido a la línea más pachorruda comenzó a desaparecer cuando ya estaba en mi casa sentado en un sillón rascándome la barriga … y aquello pasó a convertirse en prometedor tema de conversación para la próxima reunión social.

Y sí, la Ley de Murphy es aquella simpática observación que a todos nos da la impresión de ser válida, porque todos percibimos que hace parte de una extraña coincidencia fatídica en pequeño monto, pero que al final del día nos retribuye con carcajadas en las conversaciones.

Pero este post no se trata de las Leyes de Murphy (tampoco de comportamiento incivil en los supermercados). Las utilizo sólo para exponer el mecanismo cognitivo que las hace posibles: el Sesgo Confirmativo, Sesgo de Confirmación o Confirmation Bias (in English).

Lo que en realidad sucede, es que sobre asuntos en los que ya tenemos una idea preconcebida, una opinión, una ideología, un prejuicio, un preconcepto o un apego emocional, nuestro cerebro tiende a registrar o “anotar” sólo las experiencias e información que confirman nuestra creencia, ignorando por completo la masiva cantidad de experiencias e información que la contradicen. Se me pasaron por alto todas esas ocasiones en que escogí una caja expedita y en las que ni siquiera me detuve a observar si había alguien en otra línea envidiando cómo yo atravesaba la puerta de EXIT. Del mismo modo, muchas veces soy  yo en el expressway quien avanza más rápido que el prójimo, pero ello no recibe en mi cognición la anotación de “experiencia contraria a la Ley de Murphy”.

Si el sesgo confirmativo funciona hasta en una broma como la Ley de Murphy, imaginemos cómo debe funcionar maravillosamente cuando el cerebro trata de defender fortalezas ideológicas.

Conocí hace mucho a alguien que llevaba un curioso amuleto en su pecho al que acariciaba toda vez que se encontrara en un momento de incertidumbre o expectación ante un resultado deseado pero fuera de su control. Mi amigo afirmaba que su amuleto funcionaba “casi siempre”. Pero si ello fuera cierto y alguien pudiera tener acceso a un artefacto que eche la suerte a su favor “casi siempre”, en poco tiempo esa persona se convertiría en millonaria y desarrollaría habilidades extraordinarias. Pero mi amigo era un mediocre estudiante con dificultades económicas y grandes inseguridades; obviamente para mí, era su sesgo confirmativo lo que le hacía seguir creyendo en su amuleto.

Conozco en la actualidad alguien que siempre ora por conseguir estacionamiento en el down town de Chicago. A veces tarda 5 minutos, 10 minutos y hasta 20 minutos, pero hey! a veces al llegar frente a su destino alguien se está marchando, dejándole el espacio de parqueo de manera “milagrosa”; y cuando eso pasa, mi amigo me hace ver emocionado cómo es efectiva su oración. Por mi parte nunca rezo, y conseguir estacionamiento en el down town de Chicago también me toma a veces 5 minutos, 10 minutos y hasta 20 minutos, pero hey! a veces al llegar frente a mi destino alguien se está marchando dejándome el espacio de parqueo de manera … completamente aleatoria y de acuerdo a lo que la estadística pronosticaría. Mi amigo es víctima del sesgo confirmativo.

Rodeado como estoy de personas religiosas (como nunca lo estuve en cualquier otra etapa de la vida), puedo observar sesgo confirmativo “on parade” casi a diario. Si alguien enferma, comienzan las oraciones grupales e individuales; y como la mayoría de enfermedades siguen su ciclo de aparecimiento–desarrollo–remisión, sea que el enfermo sane en tres días o en tres meses siguiendo el adecuado tratamiento médico, invariablemente todos lo adjudicarán al “poder de la oración” y reforzarán su creencia. Lo mismo sucederá cuando alguien pierde su empleo, el acto de encontrar otro después de enviar curriculums y obtener entrevistas, es adjudicado también al poder de la oración. Una recaída en la enfermedad o un nuevo despido después de una semana en el nuevo empleo JAMAS será considerado como evidencia en contra del poder de la oración; a todos se les irá por alto y comenzará una nueva oportunidad cuyo resultado será siempre la confirmación de lo que ya creen.

Veamos lo que pasa con los desastres. Si se estrella un avión, y de 200 personas a bordo sólo sobrevive una, el asunto será interpretado como “un milagro” otorgado desde lo alto, sin jamás considerar que para las 199 personas fallecidas lo mejor que pudo ocurrir es que nadie hubiese practicado un milagro a costa de sus vidas. Así los terremotos, tornados, huracanes, inundaciones, etc, dejarán a su paso destrucción y muerte distribuida en forma estadística y aleatoria, pero esas pocas personas o casas que se salven serán vistas como confirmación de un poder protector inefable. Nunca las muertes y pérdidas se tomarán como contraevidencia de esa protección. Cada año decenas de mineros mueren soterrados en el interior de la tierra, pero basta que en un caso un pequeño grupo sea “afortunado en el infortunio”, se salve por estar en una bolsa de vida y luego de que se pone a funcionar todo el esfuerzo, ingenio y tecnología humana para traerlos a la superficie, entonces increíblemente todo el crédito se lo lleve la mística fuerza protectora que forma parte de las creencias generalizadas.

Por su parte, los charlatanes de todo tipo, deben su éxito al sesgo confirmativo de las personas que les escuchan. Son muchos los ejemplos pero mencionaré solo a esos “adivinos” que cada comienzo de año prueban suerte con pronósticos tan vagos y de tan alta probabilidad como “habrá un terremoto en un país que da al Océano Pacífico” o “habrá un gran huracán en el Caribe” o “morirá una ex estrella de cine”, pero que salpican su paquete profético con algunas predicciones más específicas, mencionando el nombre del país del desastre o el nombre del artista que va a morir. De más está decir que las más de las veces fallan miserablemente, pero nadie se da cuenta de ello porque se quedan muy callados y nadie recuerda qué fue lo que pronosticaron. Pero he aquí que conforme a una normalidad estadística, a veces, sólo a veces, alguno de ellos acierta en alguna de sus muchas profecías. Entonces es publicitado a lo grande en los tabloides y el adivino en cuestión explotará para siempre su “acierto” en su cultivo y cosecha de creyentes.

La estadística funciona y el sesgo confirmativo también. Si juego lotería todos los días de mi vida y le pido al duende de la fortuna que me conceda ganar, es muy probable que eventualmente le pegaré al premio, y aunque me haya gastado más en comprar boletos que lo ganado, ello será suficiente para otorgarle crédito al susodicho. Las miríadas de ocasiones en que no tuve éxito no serán nunca consideradas como contrargumento a los poderes de mi duende.

Ninguno de nosotros está libre de sesgo confirmativo, algunos ni siquiera están conscientes de que exista tal cosa. Así nuestra visión política y epistémica será su prisionera, impidiéndonos cualquier aproximación de comprensión hacia el adversario.

Los investigadores científicos tampoco son de palo, y tenderán a ser presas de su propio sesgo confirmativo hacia sus acariciadas hipótesis. Pero aquí es precisamente donde entra en juego el Método Científico (ya discutido) y el sistema de “Peer Review” que mantendrán en brida la muy humana tendencia a desbocar hacia lo deseado. La ciencia funciona gracias a sus mecanismos de defensa contra los sesgos confirmativos y otras debilidades personales.

viernes, 16 de marzo de 2012

Los Orómetros Celestiales


Rodando una tarde de sábado la extendida cuadrícula urbana de un Chicago estival, con una invitada especial a bordo, el minisuv avanzaba hacia un nuevo restaurante colombiano descubierto. Nuevo para nosotros, debo añadir, que lo más probable es que tenga ya sus buenos abriles de estar ahí.

Ella, la invitada, es doña Julia, excelente ser humano donde los haya, pero quien me dará mucho que hablar en las próximas líneas y en los próximos años, dadas sus tremendas contradicciones y su inagotable emanación de material para escépticos roedores.

La conversación ligera avanza con la sucesión de semáforos, hasta que algo en la siguiente esquina capta la atención del ojo y despereza los cerebros. Una pancarta con grandes letras y cuatro camisetas amarillas sacan de lo común el cruce aquel, y aunque no sabemos aún de qué se trata, nuestra conversación ahora es silencio. Un pick-up de esos de tamaño inverosímil se ha detenido en la mencionada esquina y las cuatro banderas de algodón sudado vuelan a la ventanilla; bajar de cabezas, cerrar de ojos, una mano al vehículo y la otra al espacio como si de una antena parabólica que canaliza mensajes se tratara. Al pasar a la par pudimos ver al conductor en la exacta misma posición y alcanzamos por fin a leer el rótulo: “PRAYER STATION  - NEED PRAYER? – STOP HERE” (Estación de Oraciones – Necesita que oremos por usted? – Pare aquí).

“Ayyyy … qué lindo!” – Doña Julia musitó las exactas palabras que yo habría apostado ella diría.

Y es que doña Julia es una cristiana evangélica a ultranza. Si vas a conversar con ella, debes estar preparado para que Dios, Cristo y el Espíritu Santo vengan mencionados a cada momento, aunque el tema sea “sopa de frijoles”. Las inconscientes expresiones idiomáticas que se nos escapan a los demás en modo rutinario, en su boca se vuelven verdaderas exultaciones de fe y piedad.

Cuando está comentando un hecho afortunado, por más pequeño y trivial que sea, doña Julia es capaz de ver a Dios moviendo un dedo y cambiando la realidad para complacerle; así mismo, los hechos desafortunados son pruebas de fe que el creador le está poniendo en el camino. De modo que no hay manera que Dios falle las facilísimas evaluaciones a las que constantemente doña Julia le somete; si cumple, saca 10; si no cumple, saca 10 y si tarda en cumplir también saca 10. Para Dios obtener la medalla de excelencia en la continua evaluación que doña Julia le impone, es alcanzable con simplemente no hacer nada. Como lo pondría Mel Brooks: “It´s good to be God”.

Doña Julia asiste a su iglesia los domingos por la mañana y los miércoles por la noche. Paga su diezmo, se sienta en primera fila y levanta en éxtasis los brazos a la hora de las alabanzas y las oraciones como lo ha hecho durante más de medio siglo. Carga su biblia con orgullo al ir y regresar de su iglesia, pero vaya cosa curiosa, nunca ha leído un capítulo completo del mismo libro. Como la mayoría de sus “hermanos en Cristo” cree que ese amasijo de páginas sagradas que pasea de un lado a otro, está lleno de mensajes de amor y normas morales; no tiene idea del guerrerismo, violencia, intolerancia, racismo, crueldad, misoginia, contradicciones y absurdos que plagan su “libro bueno”. Cree que el mensaje de su pastor es una interpretación resumida pero fidedigna de “la palabra”. Eso sí, tiene su librera llena de volúmenes que sí ha leído, con títulos tales como “Vuélvase un Guerrero de la Oración”, “Lo que Dios Quiere de Nosotros”, “El Aposento Alto”, “Cómo Hablar con Dios”, “Mi Viaje Espiritual” y así por el estilo. Compra y lee ávidamente estos libros que hablan sobre la biblia, pero no lee nunca la misma biblia. Doña Julia no sabe quiénes eran los fariseos o los saduceos, ni qué profesaban, ni porqué tenían conflicto con Jesús de Nazareth; no sabe exactamente qué fue el imperio romano y qué tuvo que ver en la muerte de su redentor y en la posterior expansión de su religión; nunca oyó hablar del emperador Constantino ni del Concilio de Nicea. Doña Julia, como millones de sus hermanos no necesita saber esas cosas; lo único que le basta “saber” es que Cristo se sacrificó por sus pecados para así darle la salvación, y nunca se le ha ocurrido revisar la lógica del asunto.

¿Pero cómo sé todas estas cosas de doña Julia? Bueno, porque soy tal vez la única persona que le reta sus creencias – muy probablemente soy el único que lo haya hecho en toda su vida- y eso me ha dado oportunidad de escarbar un poco esa mente. Conozco tanto a doña Julia también por el ineludible hecho que ella es …. mi suegra.

      - QUE???!!! – Fue mi respuesta cuando pasamos al lado de los rezadores de la calle y ante el “qué lindo!” de doña Julia.

     - ¿Pero cómo es que ellos tienen más poder que cualquier otra persona? ¿Porqué alguien en dificultades necesita acudir a los cuatro intermediarios de la esquina? ¿Es que acaso tienen línea directa o banda ancha al cielo? ¿Quién les otorgó ese poder?– continué.

       - No, ellos no tienen nada de especial – explicó mi suegra – pero es que mientras más gente esté en oración por algo, más fuerza tiene esa oración.

Inmediatamente recordé haberle visto en el pasado, al momento de enterarse que alguien está pasando por dificultades (de salud, financieras, familiares o lo que sea), sacar su celular y comenzar a llamar a sus amigas y al pastor mismo para que “pongan en oración el asunto”. También he presenciado cuando otra “hermana” le llama para que entre al equipo de oradores para otra específica petición. Doña Julia forma parte de una red de oradores que unen fuerzas para tratar que Dios cambie su “plan” y decida modificar el universo de conformidad.

Y por supuesto que también recordé las cadenas de oración y el conglomerar creyentes en estadios con los mismos u otros propósitos, y de los que me entero a través de los medios.

           - Oh, entonces no es más que una cuestión de números – respondí – A Dios lo que le importa no es qué tan humanitario o justo es el aliviar el sufrimiento de sus criaturas, sino cuántas docenas de personas le están solicitando intervención.

Y visualicé la imagen caricaturesca que doña Julia y sus correligionarios proyectan sobre el asunto.

     - Ya me imagino a Dios levantándose en la mañana y entrando a una sala de control donde tiene una pared llena de orómetros – expresé. 

Se me ocurrió de momento eso de los orómetros, como simples medidores al estilo de galvanómetros (sensores analógicos de corriente) con una aguja que se desplaza sobre una escala de “personas en oración”,  desde cero hasta una zona roja que señala el número mínimo que Dios le ha asignado al milagrito en cuestión, para conceder su cumplimiento. Cada asunto puesto en oración tiene su orómetro, y a Dios le basta revisar cuánto marca cada uno de ellos para tomar su decisión:

- “Veamos…. por la enfermedad de doña Panchita,… no, aún le faltan 8 personas más en oración”

- “Por el negocio de don Eustaquio .… bien, ya alcanzó las 20 personas requeridas … concedido!”

- “Por el examen de matemáticas de Juanito …. no, todavía no alcanza …. un momento, el pastor de la iglesia está sumándose en este instante, y ese vale por 10 puntos … oh! Concedido!”

- “Qué veo! Un náufrago solitario en mitad del océano pacífico me pide por su vida… qué pena, el requisito es 5, pero él sólo es uno… qué pena!”

- “Oh, millones de cristianos, liderados por miles de pastores y políticos republicanos (tan santos unos como otros) me piden que pierda Obama en las próximas elecciones y así deshacer la reforma de salud, desfinanciar la educación y la investigación, eliminar impuestos a los millonarios y subirlo a los consumidores e incrementar el gasto militar para ir a hacer más guerras… ejem, tal vez se los conceda en premio al fervor con que proclaman conocer mis deseos y mi mente, o tal vez no por proponer exactamente lo contrario a lo que mi hijo propuso”.

En el otro vestidor está pasando exactamente lo mismo. Solución: un orómetro diferencial.
Se me ocurrió que hay un tipo especial de orómetro para atender las peticiones mutuamente excluyentes cómo las guerras, las batallas y los encuentros deportivos. Cada bando pide la victoria para sí y la derrota para el contrario. En este caso la posición inicial de la aguja es en el medio de la escala y hay un bando a cada lado; la decisión entonces la toma Dios con base a qué lado empuja más la agujita. Los países, ejércitos y equipos deberían de olvidarse del entrenamiento y dedicar más esfuerzos en reclutar buenos y numerosos rezadores.

-“Pero qué tenemos aquí! Los Broncos de Denver se enfrentan a los Bears de Chicago, igual número de oraciones por cada lado. Ah pero los Broncos tienen a mi quarterback favorito ( Tim Tebow)… decreto victoria para los Broncos! … El porqué no podrán contra los Patriots quedará como un ejemplo de que yo actúo en modos misteriosos.”

-“ … Oh, le están cortando el cuello a niños en Darfur sin que yo me dé ni cuenta! … Bueno, me distraje viendo un partido”.

Dios asigna orómetros a cualquier tipo de enfermedad con la seguridad que toda recuperación le será atribuida a su actuación misericordiosa. Pero por alguna razón Dios no dispone de orómetros para el caso de las amputaciones. No importa que sea la mismísma doña Julia, el pastor o los candidatos republicanos a la presidencia, acompañados de los siete billones de personas que habitan el globo, quienes se sumen a una jornada de oración por el recrecimiento de un miembro amputado. No hay nada que hacer, Dios no sana miembros amputados.

Ya estábamos en el restaurante y le hice ver a doña Julia que la caricatura que acababa yo de pintar, no era más que un “reductio ad absurdum” que me permite desnudar las falacias y superstición tras este concepto monetizado de la oración. Que únicamente lo hago para empujar la conversación hacia el grano y escuchar la argumentación por un dios merlinesco y comerciante de milagros a cambio de oraciones. Doña Julia me expresó que estoy completamente equivocado en mi caricatura, pero no me supo explicar cómo es en realidad el sistema. No supo explicar el porqué recluta oradores ante una necesidad, o el porqué le otorga más peso a una oración del pastor o de la “hermana” Gregoria, quien dice hablar todas las noches de viva voz con Jehová. Doña Julia no me explicó por qué le valió más al conductor del pick up parar en la “prayer station”, que ir a su casa y encerrarse en su cuarto a dirigir su sincera oración, como debería hacer según Mateo 6:5-6.

"Concedido!... Denegado! ... Concedido! ... Denegado! .... Vamos, más fe y oraciones!"
Y es que, devaneos socráticos aparte, estoy convencido que este tan traído asunto de la oración no tiene mucho que ver con comunicación telepática con un ser superior que controla el universo. Esto tiene que ver con la relación entre creyentes y el reforzamiento mutuo de la misma creencia. Si alguien cede a las débiles presiones de la razón, encontrará que la vida se compone de pequeños momentos buenos y pequeños momentos malos, de grandes golpes providenciales y grandes tragedias; enfermamos y nos recuperamos porque vivimos inmersos en un ambiente patogénico y poseemos evolucionados sistemas inmunológicos; encontramos empleo y lo perdemos porque navegamos en turbulentas aguas económicas y poseemos destrezas que nos ayudan a sortearlas o no. Cosas buenas y malas pasan a diario también en Suecia, Japón o el Tibet, donde pocos oran a un dios personal. Cosas buenas y malas pasan en el medio oriente donde se ora a otro dios (si, otro que es uno y no trino, y que no envió un hijo sino un profeta). La red de oradores a la que doña Julia pertenece, cumple más una función de sesgo confirmativo colectivo, porque las más de las veces las pequeñas enfermedades remitirán y los desempleados encontrarán empleo, dejando a todos convencidos del “poder de la oración”, o del “plan de Dios” cuando la realidad es contraria a los deseos.

Acepto que la oración realizada como ejercicio de introspección privada y personal, al igual que la meditación tántrica o el simple reposo en pacíficas aguas de pensamiento, puede ser terapéutico y beneficioso. Pero eso es muy distinto a este otro tipo de oración extrovertida y tribal, instrumento efectivo de autosometimiento a la dominación social que las iglesias de toda orientación ejercen. Este es el policía al interior de cada individuo, que ni siquiera la dictadura más orwelliana ha logrado implantar para supervisar y reafirmar la pureza ideológica (bueno Corea del Norte ha andado bastante cerca).

Una creencia en solitario no tiene muchas probabilidades de subsistir, pero cuando hay apoyo de grupo, la cosa cambia. Sería maravilloso que algo como “La Fuerza” existiera en realidad afuera de la imaginación de George Lucas, y tener la convicción que sólo es cuestión de entrenamiento para que los sables laser vuelen hacia mis manos. Si estoy completamente solo en ese retorcida cognitiva, el enanito de la razón gritará y se devanará en mi interior hasta que le preste atención o me den tratamiento psiquátrico. Pero si mi delusión de maestro Jedi es compartida por docenas, por miles o millones de otras personas, el sesgo confirmativo grupal y el intercambio de anécdotas insoportadas hará que todos reforcemos nuestra creencia y sepultemos la tenue voz racional al interior de cada conciencia. Podremos entonces comenzar a odiar a los no creyentes y acusarles de trabajar para el “lado oscuro de La Fuerza”. La única diferencia que existe entre locura y religión es el número  de sus adherentes.

Tuve que repetirle que no pretendo haber encontrado la verdad; sigo buscándola, y por eso soy escéptico. Cuando discuto estos temas con doña Julia o cualquier otra persona religiosa, no lo hago con el fin de incomodar, lo hago porque en realidad estoy interesado. Vamos! si existe un Dios que, a pesar de ser omnipotente y omnisciente, le importan mis anhelos, pero necesita de mis oraciones para darse cuenta de ellos y de mis alabanzas para ser feliz, yo estoy interesado en conocer de ese ser para comenzar a darle con fervor lo que pide (y hacerle unas preguntas al respecto). Pero antes necesito que me expliquen y justifiquen ese asunto. A eso quiero llegar cada vez que molesto y discuto. Por eso acepto contento cuando me invitan a “estudios bíblicos” y asisto hasta que ya no me soportan. Pero hasta ahora, las únicas respuestas que recibo de los creyentes es “eso es cuestión de fe” o “eso se siente en el corazón”. Y concluyo entonces que no tienen una buena razón para creer, solamente deseos de creer.

La plática debe haber estado tan animada que no recuerdo si lo que comí fue Sancocho o Bandeja Paisa. Al final, como solemos hacer, suavizamos la discusión con un poco de humor y con mi usual “perdóneme suegra, sólo hago esto porque estoy en busca de la verdad”. Y ella cerró definitivamente la discusión con un “voy a seguir orando por ti, para que encuentres esa verdad que yo ya encontré sin buscar”, convencida de mi arrogancia y su humildad (vaya ironía).

No pude ya el resto de la tarde dejar de pensar en los Orómetros Celestiales… ni en el flan de guayaba y queso.

lunes, 20 de febrero de 2012

Reflexiones de Primer Aniversario


Cada día miles de blogs nacen y pasan a ser nuevos habitantes de la blogosfera. Según las estadísticas, la esperanza de vida de estas criaturas no va más allá de un par de meses. De modo que Un Dragón en mi Garaje puede, desde hace algún tiempo, reclamar la pírrica victoria de haber superado el promedio. Hasta allí no llega la cosa, sino que resulta muy a propósito el mencionar que este blog ha alcanzado la “increíble” edad de un año.

Y aunque somos románticos por naturaleza y bohemios por convicción, acallamos los bombos y platillos, guardamos el confeti hasta que, vencida la insignificancia, le hagamos el primer surco positivo a la realidad.  Sirva mejor la ocasión de haber completado una vuelta al sol, para revisar lo actuado y presentar explicaciones.

¿Por qué nace este blog?

Tal vez sea que este blog nace de la necesidad que escépticos y proponentes de pensamiento crítico y racional sentimos por multiplicar esfuerzos y hacer oír nuestra desvanecida voz en medio de un mundo aún dominado por el misticismo y las creencias injustificadas. O tal vez nace en por la gran escasez de difusión del punto de vista escéptico y racional en la lengua de Cervantes.  Es muy posible que este blog surja porque el autor se cansó de participar como comentador en otros blogs de alto tráfico, en los que ponía todo su empeño en debatir ideas absurdas, para que al siguiente día fuera otro el tema, otro el esfuerzo, y una semana después tener que repetir los mismos discursos. Con el blog, todas esas arengas dejan de desvanecerse y quedan más bien registradas y listas para ser solo “linkeadas” en otros sitios. O tal vez el blog nace por la necesidad egocéntrica y muy humana de plantarle nuestras opiniones a los demás. O todas las anteriores.

¿A qué se debe su formato?

Hace un año tuve que decidir el formato del blog y lo hice atendiendo algunos tips que más de alguien me proporcionó. Entre ello me encontré con aquel consejo de que el número ideal de palabras que una entrada de blog debe tener  - para lograr captar ojos y atención– es de 500, y en ningún caso exceder las 1000. Pues bien, durante algunos meses traté de cumplir el requisito con más pena que gloria. Y es que considero que el tipo de temas a los que el blog se orienta suelen ser de difícil abordaje en pocas palabras. Después de unos meses me di cuenta que la adecuada exposición de cada tema estaba quedando muy comprometida si continuaba respetando el autoimpuesto límite de las 1000 palabras. Decidí aumentarlo a 2000, de todos modos, cuando un tema no es de interés del receptor, aunque sólo escribas una palabra resultarás aburrido; por el contrario ni un millón de ellas podrá apagar la sed de un lector realmente interesado.

En cuanto a la inclusión de ilustraciones y caricaturas, debo decir que están ahí en cada post para completar y “adornar” el mensaje. Estoy consciente que muchos de los mejores blogueros del mundo hacen un uso muy limitado o inexistente de las ilustraciones. Pero es que los columnistas conocidos y de peso ya no necesitan de muletas, la gente buscará sus líneas y sólo eso.

De todos modos el formato es algo que podrá evolucionar en el futuro, dependiendo de las retroalimentaciones recibidas.

¿Ha sido el blog fiel a su descripción?

Escepticismo, Ciencia y Filosofía son los tres frentes de “Un Dragón en mi Garaje”. No creo haber tenido desviaciones ni desproporcionados desbalances al respecto.

¿Por qué existe un reconocible sesgo negativo hacia la religión? ¿No es el escepticismo un área mucho más amplia que eso?

Ciertamente el escepticismo es la crítica tenaz ante todo clamor y creencia no respaldada por la evidencia. Aquí se debe incluir de modo parejo temáticas como astrología, psiquismo, hechicería, criptozoología, ufología, teorías conspirativas y un largo etcétera entre el cual la religión es sólo una de tantas. La explicación que tengo para este desbalance es que estoy aplicando un principio de prioridad. Por supuesto que como escéptico tengo una fuerte opinión sobre Big Foot (por citar cualquier ejemplo), y seguramente dedicaré más de algún post a ese tema. Pero, poniendo los pesos sobre la balanza … ¿cuál es el gran daño que ese puñado de personas que firmemente creen en Big Foot están ocasionando? ¿cuáles son los perjuicios que la sociedad recibe cada vez que empacan sus mochilas y recorren las montañas americanas con sus cámaras en mano? Yo, me atrevo a decir que ese “daño” es prácticamente cero. En cambio, es claro que las religiones (unas más que otras) son un poderoso, incisivo y omnipresente elemento que conduce a la humanidad por un camino de conflictos, injusticias, marginación, división, opresión, odio, etc. De acuerdo estoy que la religión no es el único sistema ideológico que causa y ha causado daños a la humanidad, pero posee una característica que aquellos adolecen: el poder de santificar la perversión; el poder de convencer a un criminal que estrella un avión contra un edificio, asesinando en un instante a miles de personas, que sus acciones son la voluntad de su dios; la divina seguridad que el santo guerrero siente a la hora de hundir la espada; el orgullo y palmaditas en el hombro que niños “bullies” reciben a cambio de volver miserable la vida de otros estudiantes que no son de la religión mayoritaria. Tal vez fuera de los USA no se perciba, pero aquí la religión ha logrado entrometerse tanto en la política, que los candidatos del partido más guerrero y excluyente, pelean por los votos más en el terreno religioso que en el económico. Saben que las iglesias son una mina de votantes no pensantes.

Como decía Christopher Hitchens “la religión lo envenena todo” y crea divisiones donde no las debería haber. Actúa como un ancla pesada para el avance científico y social, y hoy por hoy ha comenzado a tratar de anclar la inteligencia de mis hijos.

¿Big Footers? Hasta ahora no he conocido uno sólo en persona.

¿Por qué del resto de temas desarrollados?

La otra directiva que la selección de temas ha seguido es la de pelear batallas desatendidas. En lugar de gastar pólvora en el monstruo de Loch Ness, que ha sido “debunked” millones de veces en investigaciones y publicaciones de todo tipo, prefiero darle prioridad al Hercólubus, que al ser un mito fuertemente regional de América Latina, no ha recibido ninguna atención por parte del resto del mundo, y se mantiene allí escondido del implacable escepticismo de habla inglesa. Por cierto, un dato interesante es que el tema del Hercólubus ha sido, por mucho, el que más ha pescado lectores de “Un Dragón en mi Garaje”. Francamente hubiese esperado que fuesen los temas religiosos los más efectivos para conseguir rating, y sigo pensando que así habría sido si escribiera este blog en idioma inglés. Pero al parecer los hispanohablantes preferimos la temática de “fines del mundo” catastróficos, psiquismo, astrología y cosas por el estilo. Con todo, me produce una absurda satisfacción saber que los hispanos preferimos debatir sobre la posibilidad o imposibilidad que un planeta imaginario venga a cruzar espacio solar, que debatir sobre la “segunda venida de Cristo” o el “Rapture”, temas tan populares entre la feligresía americana.

Pero hay que admitir que el mundo de habla inglesa, por alguna desconocida razón, nos lleva ventaja en cultivar el debate y la lógica argumentativa. Por ello, y por la necesidad de acumular arsenal entre los escépticos de habla hispana, es que he dedicado (y dedicaré) algún esfuerzo al respecto. ¿Quieres aprender a debatir? Mantén la sintonía.

Seguiré siguiendo el criterio de atacar los mitos más persistentes en el mundo hispano hablante (como aquel de los esqueletos gigantes), atendiendo de vez en cuando lo que prevalece en el resto del mundo (como el despiadado ataque que el Talibán Americano perpetra sobre la Evolución, la Astrogénesis, la Geología, y otras ramas de la ciencia).
  
¿Cuál es mi política de comentarios?

Desde el primer post establecí que uno de mis objetivos es promover debate, y atender especialmente los puntos de vista contrarios. Sigo abierto a ser convencido de cualquier posición opuesta.

Pero en realidad, hasta ahora he recibido sólo un puñado de comentarios, la mayoría de ellos positivos y en acuerdo con mi punto de vista. También un par de ellos han sido en desacuerdo, aunque expresados en manera apropiada, y si no emití respuesta fue porque no dejaron claro en qué puntos existía la divergencia. La argumentación fue nula, pero aprecio la contribución. También recibí lo que ya anticipaba, el insulto gratuito que ni siquiera intenta señalar las áreas divergentes. Fue sólo una ocasión y decidí condenarlo al cesto de la basura por no aportar absolutamente nada a la discusión. 

Amigos, pueden insultarme. Adelante, no soy flor de frágiles pétalos. Insúltenme, pero explíquenme por qué lo hacen; señálenme el punto de discrepancia para que yo pueda responder y corregir mi posición en caso de que les asista la razón. Amigos contendientes, un consejo: no hagan eso, los insultos sin razonamiento refuerzan mi posición y debilitan la tuya porque dejan claro que no se te pudo ocurrir ningún argumento válido y te quedaste sólo con la frustración de ser un enano del debate. Me reservo el derecho de NO borrar un comentario de este tipo y utilizarlo como ejemplo de cómo no se debe argumentar.

Creo profundamente en la libertad de expresión y en el libre debate de ideas. Me comprometo con ambos.

Bienvenidas sus opiniones.
 
Agradecimentos
Gracias a mis seis seguidores Nila, Maya, Homer, Ciclon85, fiona de noche y Nu, por el honor que me han conferido al suscribirse. Gracias España, México, El Salvador, Colombia, Argentina, Perú, Chile, Ecuador, Brasil, Venezuela, Alemania, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Uruguay, Polonia, Rusia y tantos otros lugares donde estos pixeles son frecuentemente abiertos.